sábado, 9 de octubre de 2010

LA DAMA DE ARINTERO


Para un leonés de arraigo, como es el caso, no deja de sorprenderle -gratamente, por cierto- encontrarse en el Museo del Ejército de Madrid con el retrato de una ilustre paisana que ha dado origen a la bonita leyenda, con fondo histórico, de la mujer soldado que un día salió de sus tierras argollanas para servir al Rey Católico. Se trata de la dama de Arintero, que protagonizó una intrigante historia.

Pues en ese interesante museo, compartiendo la sala de Heroínas con mujeres tan sonoras como Agustina de Aragón y la Monja Alférez, pudimos contemplar la serena expresión reflejada en el rostro de nuestra valerosa montañesa, la Dama de Arintero. Arintero puede presumir, entre los pueblos leoneses, de tener unido su nombre a la heroína popular que asombró a las gentes de la Edad Media con su particular decisión de participar activamente en la guerra haciéndose pasar por varón.

Corría el año de gracia de 1476. Fernando V de Aragón, unido ya a Isabel de Castilla, peleaba en Toro y Zamora por cuestiones dinásticas contra los partidarios de su sobrina política, Juana «La Beltraneja». Los nobles e hijosdalgos de las tierras leonesas y castellanas, que compartían los criterios del rey Católico, se aprestaron a unirse en la lucha, con su señor.



En el lugar de Arintero vivía a la sazón don
Diego de Ortuño, anciano de noble estirpe que se lamentaba de su suerte por no haber tenido más que siete hijas y ningún varón para servir al rey. Cuenta la leyenda, y parece ser admitido por cuantos historiadores han tocado este tema, que la hija menor de don Diego, Juana de Arintero, pidió licencia a su padre para ocupar, con el nombre de Oliveros, el puesto de varón que no le había concedido el Cielo. «...Calle usted, mi padre, calle/ no eche, no, esa maldición/ si tiene usted siete hijas/ Jesucristo se las dio./ Cómpreme armas y caballo,/ que a la guerra me voy yo./ Cómpreme una chaquetilla/ de una tela de algodón/ para apretar los mis pechos/ al lado del corazón...»

Sigue la leyenda -que en algunos momentos deja de serlo por existir documentos históricos- situando a la dama en plena lucha, y en un momento dado, al arrojar una lanza contra el enemigo, se desabrocha el jubón y quedan al descubierto sus atributos de mujer con el consiguiente asombro de la soldadesca. Enterado el rey llama a su presencia a la joven Juana, que entre medrosa y sofocada trata de ocultarle su condición femenina. «...Oliveros, no me mientas/ que yo sé por lo que es/ que valiente como un hombre/ tú eres una mujer...»

Una vez descubierta, Juana es felicitada por el rey, que admira su valor y la ofrece en recompensa ciertos privilegios para ella y los de su zona. «...Toma esas concesiones/ y vete para tu casa/ que jamás servirá al rey/ ninguno de la tu raza/ poseeréis todos los montes/ y no pagaréis portazgo/ y allí tú disfrutarás/ con títulos nobiliarios».

La Dama, después de este episodio, puso toda la ilusión en partir hacia sus tierras para hacer partícipes de la buena nueva a cuantos estaban afectados por ella. «Anda, mi viejo caballo,/ anda, mi noble alazán/ ganaremos Arintero/ antes de la Navidad./ No otro mejor aguinaldo/ pudiéramos presentar/ a los nuestros que este pliego/ de exención y libertad...».

Poco le duró la alegría a la Dama, pues esta leyenda no acaba comiendo perdices; el rey, mal aconsejado por unos envidiosos, ordenó dar alcance a la valerosa Juana para despojarla de los papeles que contenían las concesiones reales. Ésta, acostumbrada ya a luchar por causas ajenas, no puso menos empeño en defender las propias, y alcanzada por los insidiosos soldados, opuso fiera resistencia, que no dio fruto ante la saña de sus seguidores. «...La Cándana, pueblo triste/ porque en tu recinto viste/ morir la luz de Arintero./ Toda la montaña llora/ la elegía de tus muros/ y en la Dama, a quien adora/ mira sus timbres más puros...».

Hemos querido recoger algunos pasajes de esta historia-leyenda que se mantiene viva por los montañeses de la comarca, especialmente por los lugareños del propio Arintero, que como los buenos de Rodrigo, Goro y Tomás, han conservado en la memoria detalles inéditos de la tradición oral acerca de este bello romance. Leyenda constatada, las distintas versiones que se le han dado a este hecho a través de estudios realizados por el Padre Getino, el General Benavides Moro, el Padre López Tascón y Mariano Domínguez Berrueta, lejos de alcanzar para la Historia la verdadera actuación de la Dama de Arintero, han deformado la personalidad de esta heroína leonesa que aparece rodeada de un halo de fantasía sólo admisible como creación imaginativa. Sin embargo -como dice don Maximiliano G. Flórez en su libro «La Montaña de los Argüellos»- «hay un hecho cierto e indiscutible. En Arintero existieron esos privilegios desde tiempo inmemorial, hasta los años de nuestros abuelos».



Nosotros, por nuestra parte, hemos podido observar que en el entorno de «las siete leguas», que dice la leyenda que abarcan las concesiones reales, se encuentran varios escudos correspondientes a la Dama de Arintero, localizados en los pueblos de Boñar, Valdecastillo, La Cándana, Cerecedo de Boñar, y el propio Arintero. Todos ellos, bajo la figura ecuestre de la valerosa Juana, tienen el denominador común de la siguiente leyenda: «Si quieres saber quién es/ este valiente guerrero/ quitad las armas y veréis/ ser la Dama de Arintero».

Fuente: Enrique Alonso Pérez. Diario de León, 05/11/02

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